Tómate un momento para respirar profundamente. 3 veces.
Presta atención a la respiración, sin modificarla.
ESCUCHA el sonido del aire al entrar y salir de tus pulmones.
SIENTE el cuerpo cuyo corazón late, cuyas glándulas producen, cuyos intestinos funcionan… sin que tengas que coordinar absolutamente nada.
Vuelve a respirar profundamente.
Una niña de unos 8 años corre pisando el césped, verde, fresco, bordeando un arroyo que bajaba, como un susurro, por la ladera.
Presta atención a la temperatura junto al riachuelo.
¿Ves con nitidez los colores a su alrededor?
Ella se detiene y se asoma al riachuelo. Mete una mano y siente la corriente, fría, en ella.
Observa en su interior, embelesada, los seres vivos que lo habitan.
Peces deslizándose en la corriente… renacuajos escabulléndose… una rana que salta entre las hojas, a su derecha…. Un animal en la otra orilla que se acerca a beber…
Ella no quiere siquiera pestañear.
No quiere perderse ni en las milésimas de segundo que dura un parpadeo un solo detalle de ese mundo, el riachuelo, que está completamente lleno.
Y la oscuridad empieza a bañar el cielo.
A medida que el sol desaparece, más sombras emergen…
¿Sientes también en tu cuerpo un cambio sutil? El cuerpo de Ella, durante un segundo, tiembla.
Y entonces, Ella, respira profundamente.
Y cuando sus ojos se acostumbran a la noche, vuelve a mirar.
Ella no quiere pestañear.
Porque el mundo está lleno.
Lleno de luciérnagas, grillos, búhos y escarabajos. Y un mar de seres albergan al riachuelo. (propertyspecialistsinc.com)
Artículo escrito por nuestra compañera Maika Rodríguez, Biodescodificadora y por Ernesto Ramos, Acupuntor.