El termino hepatitis se refiere a la inflamación del hígado. Se caracteriza por la destrucción del tejido hepático e inflamación. Los virus y las toxinas son las causas más frecuentes. Podemos distinguir dos tipos según su evolución, la hepatitis aguda, cuya evolución dura menos de 6 meses y la hepatitis crónica, cuando se presenta durante más de 6 meses. Los síntomas de la hepatitis crónica (HC) pueden incluir: cansancio, fiebre, malestar estomacal, náusea, vómito, dolor en las articulaciones y pérdida del apetito. Esto dificulta el diagnostico ya que son síntomas muy ambiguos.
La causa más habitual de la hepatitis viral crónica en Estados Unidos es la hepatitis C, que contribuye con un 40-60% de todos los casos.
La infección crónica por el virus de la hepatitis C produce un estado inflamatorio crónico, que genera una lesión oxidativa importante a causa de una superabundancia de radicales libre. Debido a la destrucción hepática persistente el organismo trata de efectuar la reparación. La acumulación de tejido conjuntivo extracelular origina fibrosis. La cirrosis es la etapa final del proceso fibrótico con lesión difusa de la unidad celular hepática, el hepatocito. La fibrosis avanzada y la cirrosis conllevan un mayor riesgo para el desarrollo de carcinoma hepatocelular. Cada año, del 1 al 4% de las personas con cirrosis relacionada con VHC presentan cáncer hepático.
El diagnóstico a través de la sangre no es del todo seguro. Un estudio de pacientes con hepatitis C recién diagnosticada demostró que hasta un 20% de los casos en los cuales se diagnosticaba fibrosis en la biopsia hepática no se sospechaban portadores de cirrosis basándose en los datos clínicos y de laboratorio. Por lo que es importante valorar no solo la función hepática si no el resto de sistemas que caminan junto a él en el organismo. Si bien los pacientes con datos clínicos y de laboratorio de cirrosis declarada pueden diagnosticarse con precisión sin necesidad de biopsia hepática, el razonamiento opuesto no es aplicable, es decir, no es posible descartar cirrosis basándose únicamente en las valoraciones clínicas y de laboratorio. Si no hay datos clínicos de cirrosis, la única forma de evaluar el estado real del hígado es mediante biopsia hepática.
El tratamiento debe ser llevado por un profesional médico que pueda tomar en cuenta todos los factores que pueden afectar el desarrollo de la enfermedad y que en un momento dado puedan interactuar de manera negativa con procesos u otras sustancias que a priori puedan parecer saludables.
El tratamiento farmacológico actual de la HC es la politerapia con sofosbuvir y velpatasvir. Esta combinación vale para pacientes infectados por primera vez o que ya hayan pasado por un tratamiento previo, incluye a todos los genotipos de la enfermedad, cirróticos y no cirróticos. Tiene una duración de 12 a 24 semanas según evolución. Sin embargo, los efectos secundarios, advertencias y precauciones de estos medicamentos son numerosas por lo que muchos pacientes optan por rechazar o diferir el tratamiento.
Cuando esto ocurre, optar por un abordaje más integrativo es quizá la mejor opción. Fomentar la salud general, hepática e inmunitaria del paciente puede aportar muchos beneficios, que nos ayuden a mejorar la evolución natural del padecimiento. Los aspectos de la enfermedad que son de vital importancia y que el tratamiento integrativo se centra en regular son: la lesión oxidativa, la hiperfunción inmunitaria crónica y la detoxificación hepática.
El tratamiento integrativo del paciente con HCC consistirá en mejorar todo esto y regular los sistemas de manera global. No tratar la enfermedad si no al enfermo. Las metas fundamentales para lograrlo son:
- Disminuir la inflamación hepática crónica y con ello limitar la evolución de la enfermedad.
- Apoyar e intensificar la capacidad de detoxificación hepática.
- Apoyar la función inmunitaria saludable.
- Disminuir el riesgo de cirrosis y carcinoma hepatocelular.
- Apoyar y mejorar la calidad de vida.
Tenemos que aportar a través de la dieta todos aquellos nutrientes que faciliten la regulación de todos los sistemas involucrados en la respuesta inmune y la función hepática. Es por eso que la suplementación es casi obligada. Para llegar a cantidades suficientes como para lograr una concentración en sangre capaz de producir un efecto clínico en nuestro cuerpo.
Estas son algunas de las sustancias que nos pueden ayudar a mejorar la función hepática:
Glutamina: Es un aminoácido que influye en la producción de algunas citocinas derivadas de linfocito T y, por tanto, es importante para la proliferación óptima del linfocito. Lo que nos ayuda a regular el sistema inmune.
Vitamina C: Es un potente antioxidante y agente antiinflamatorio, funciones que ayudan a limitar los efectos de la HC causados por la inflamación crónica y la lesión oxidativa. Algunos datos apoyan que la vitamina C puede también tener funciones inmunomoduladoras y anticarcinogenéticas.
Zinc: Es un elemento nutricional esencial. Tiene muchas funciones bioquímicas importantes en el organismo, entre las que se incluyen el ser un cofactor esencial en la función inmunitaria saludable.
Selenio: Tiene una actividad antioxidante debida a su intervención en la formación y función de peroxidasas de glutatión dependientes del selenio. Asimismo, ejerce acciones antiinflamatorias, inmunomoduladoras, anticarcinógenas y de detoxificación en el organismo. La deficiencia de selenio al parecer está vinculada con la supresión inmunitaria humoral.
Cardo mariano (Silybum marianum): En modelos de laboratorio se demostró que la silimarina protege los hepatocitos de las toxinas al estabilizar la membrana celular contra el ataque de radicales libres.
Intervenciones en el estilo de vida
- Reducir la exposición a toxinas:
- Toxinas en la dieta
- Evitar el alcohol
- Evitar productos derivados del tabaco
- Evitar fármacos y complementos innecesarios
- Evitar la exposición ambiental y laboral a toxinas
- Ejercicio: El ejercicio intensifica el flujo sanguíneo portal, disminuye la fatiga y mejora el bienestar general.
- Nutrición: “Que tu alimento sea tu medicina y tu medicina sea tu alimento”
- Fomentar un peso corporal saludable: Relación grasa, agua corporal y masa muscular
- Fomentar el consumo de legumbres crucíferas: Contienen elevadas concentraciones de indol-3-carbinol, el cual aumenta la actividad de determinadas enzimas de detoxificación de fase I y II.
- Fomentar el consumo de frutas con regularidad
- Prevención: Los pacientes con hepatitis crónica deberán ser vacunados contra la hepatitis A y B para disminuir el riesgo de súper-infección y de hepatitis fulminante aguda.
El tratamiento debe ser global e integral, todo aquello que sume bienestar el estado general del paciente y nos ayude a mejorar cualquier aspecto es bienvenido. Para esto es necesario contar con el consejo de un médico que nos pueda dar esa visión completa necesaria para tomar en cuenta todos estos aspectos antes mencionados.
Artículo escrito por nuestro Médico Integrativo el Dr. Paúl Salazar Cienfuegos